En realidad este post, último de la serie "Política, con K", trata de la fatiga intelectual y el aburrimiento que la quietud malsana de los desiertos culturales (más que los geográficos) producen en el observador. Y aunque es posible que los efectos de la sequía, el viento estragante que empuja las nubes hacia el Mediterráneo, rápidas, y esta media luz pasada por láminas grises que aplasta el ánimo, sean los responsables últimos de un tono deliveradamente trágico, el panorama físico y real, donde van incluidas las personas, la comunidad de gañanes, ideólogos, gente válida, currantes, vividores, aprovechados, estúpidos, borrachos, yonquis, advenedizos, agricultores y políticos de baja estofa que conforman el circo humano ibañés, analizado con detenemiento, no da para mayores expresiones de júbilo. A poco que tengas aspiraciones de vivir y de ofrecer algo útil a tus congéneres, tu destino final es Albacete, Valencia, Murcia o Alicante, que es adónde en mayor número se fueron, antes como hoy (a pesar de las proclamaciones fraudulentamente optimistas de la nomenclatura socialista local) las fuerzas vivas de la comunidad.
Casas Ibáñez no es más ni tampoco menos que cualquier otra población del entorno. Gracias a su estratégica posición más o menos central y, sobre todo, el paso de la arteria de comunicación del Levante con las profundidades agrícolas de La Mancha (la carretera nacional 322, Requena-Albacete, Valencia-Córdoba), esto, la población, logra aparentar lo que no es: un enclave semi urbano (4500 habitantes) en medio de un desierto demográfico que haría llorar a solitarios patológicos tal que un H. D. Thoreau, Edward Abbey, John Muir etc.
Casas Ibáñez no es más ni tampoco menos que cualquier otra población del entorno. Gracias a su estratégica posición más o menos central y, sobre todo, el paso de la arteria de comunicación del Levante con las profundidades agrícolas de La Mancha (la carretera nacional 322, Requena-Albacete, Valencia-Córdoba), esto, la población, logra aparentar lo que no es: un enclave semi urbano (4500 habitantes) en medio de un desierto demográfico que haría llorar a solitarios patológicos tal que un H. D. Thoreau, Edward Abbey, John Muir etc.